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Camino tradicional por el que las gentes de Rionegro asistían obligatoriamente a la fiesta de San Mamés, en la ermita del mismo nombre. Hoy, cuando ciertas normas ya no son tan estrictas, nos permite disfrutar del paisaje de la Carballeda en la línea en que conviven robles y encinas.

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Comenzamos en Rionegro a la altura de un antiguo edificio del que sólo quedan en pie unos esbeltos arcos de piedra. Aparece entonces a mano derecha un sendero que tomaremos y que no es otro que el Camino de Santiago al paso por estas tierras. A partir de aquí, en dorección a Santa Eulalia del Rio Negro nos encontramos con un entramado de senderos que cruzan antiguas tierras de labor hoy dominadas por especies autóctonas como las escobas, tomillos y robles, tomamos rumbo hacia el río Negro, el mejor embajador de la tierra de la Carballeda. Bordeando su rica ribera, al amparo de los humeros y salgueras, y tras cruzar el río por un antiguo vado de piedras, que con el azote y fuerza de las aguas, han adquirido formas redondeadas de aspecto suave, llegamos a la otra orilla del río. Es un cruce que conviene realizar con precaución y que, según la estación, puede resultar dificultoso.
Es a partir de aquí donde dejamos el verde y el frescor, para encontrarnos con la traza sabia de las encinas, que con el peculiar tono verdoso de sus hojas parece que tiñan el aire de azul. A medida que vamos avanzando os daréis cuenta de cómo este árbol va dejando espacio al roble o Carballo, otro de los emblemas de esta tierra del cuál ha llegado a tomar su nombre. A medio camino entre Rionegro y Santa Eulalia, espera escondida la ermita de San Mamés, rodeada de una cuidada arboleda, merenderos y una preciosa fuente donde refrescarse y descansar. Este es uno de los lugares de parada necesaria, en cuyo honor se celebra una pequeña fiesta en agosto a la que antaño era obligatorio asistir (¡se pasaba lista!), hoy lo dejamos a la libertad de cada uno. Seguidamente retomamos el camino para continuar hacia el pueblo, que alcanzarémos pocos kilómetros después. Tras cruzarlo y salir de Santa Eulalia, dejando atrás sus vegas, fuentes y gentes, encaramos la senda de regreso hacia Rionegro, bordeando por antiguos senderos por los que más de un jornalero y arriero viajó. Nuestro camino se une de nuevo al viejo Camino de Santiago, pisado durante años por cientos de pies que han ayudado a consolidarlo. Sin dejarlo, aunque en dirección contraria, nuestros pasos nos conducirán de nuevo a Rionegro, nuestro punto de partida.